El enfoque de tratamiento con el que vamos a trabajar, en el ámbito de la salud, se denomina terapia cognitivo-conductual, el cual ha demostrado ser eficaz en una amplia gama de problemas. Se trata de un acercamiento de terapia breve, enfocado a la resolución de los problemas en el presente. Se fomenta la detección de pensamientos y conductas inadecuadas y poco adaptativos, y se ayuda al cliente a autocorregirse mediante el aprendizaje de nuevas estrategias y recursos para afrontarlo y sentirse mejor. Estas técnicas son muy eficaces cuando se aplican en un contexto en el que somos capaces de desarrollar una relación profesional abierta y confiada, practicando con regularidad las habilidades que se aprenden en las sesiones en el resto de contextos.
Evaluamos e intervenimos en población adulta e infanto-juvenil:
La ansiedad puede ser una reacción fisiológica sana cuando nos ayuda eficazmente a enfrentarnos a una amenaza real. Sin embargo, cuando la ansiedad afecta a una persona de manera que le provoca un funcionamiento anormal en alguna de las áreas de su vida (relaciones con los demás, la escuela, el trabajo, etc.), entonces estamos hablando de un trastorno de ansiedad, los cuales conforman una de las patologías psicológicas más habituales. En estos casos, la ansiedad es una respuesta emocional que se presenta en el sujeto ante situaciones que percibe o interpreta como amenazantes o peligrosas, aunque en realidad no se pueden valorar como tal, por lo que se está reaccionando de forma no adaptativa, haciendo que la ansiedad sea nociva para nosotros porque es excesiva y frecuente. Los síntomas más comunes sueles ser: palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca (taquicardia), sensación de ahogo, respiración rápida (hiperventilación), opresión en el pecho, miedo o pánico, sentir que vas a morir, sudoración o escalofríos, temblores, náuseas, molestias abdominales, mareo, desmayo, sensaciones de irrealidad, sensación de hormigueo, gran inquietud, dolor de cabeza, inseguridad e intensa excitación, entre otros. Ahora bien, con un tratamiento apropiado las personas que lo sufren pueden aprender a manejar sus síntomas y a mejorar su calidad de vida.
Entre los distintos problemas de ansiedad, encontramos:
Todos nos preocupamos por cosas como los problemas de salud, dinero o los problemas familiares. Sin embargo, las personas con problemas de ansiedad generalizada se preocupan extremadamente o se sienten muy nerviosas la mayoría del tiempo, no solo en situaciones potencialmente estresantes; incluso cuando hay poca o ninguna razón para preocuparse, teniendo dificultades para controlar su ansiedad y mantenerse concentradas en las actividades diarias.
Una crisis de angustia o ataque de pánico consiste en la aparición repentina, de una sensación incontrolable de malestar o aprensión intensos, miedo o terror, con frecuencia asociada a pensamiento o acciones irracionales, como una idea de catástrofe inminente (sensación de muerte, de estar volviéndose loco o de estar perdiendo el control), junto con una urgente necesidad de huir de la situación. La aparición mantenida en el tiempo de ataques de pánico recurrentes e impredecibles, deriva en el trastorno de pánico.
El trastorno obsesivo-compulsivo, es un trastorno mental en el cual las personas que lo sufren, tienen pensamientos, sentimientos, ideas, sensaciones (obsesiones) y comportamientos repetitivos e indeseables que los impulsan a hacer algo una y otra vez (compulsiones), para reducir el malestar o ansiedad asociada; como por ejemplo: lavarse la manos, comprobar repetidamente que la puerta está cerrada, contar, organizar repetidamente las cosas, etcétera.
Esta condición ocurre cuando la persona ha vivido una situación traumática que le ha provocado un gran estrés psicológico, lo que puede ser incapacitante. Cuando la persona revive el hecho que le ha causado el trauma puede experimentar los siguientes síntomas: pesadillas, sentimientos de ira, irritabilidad o fatiga emocional, desapego hacia los demás, pensamientos incontrolables, etcétera.
Debido a la gran ansiedad que siente el individuo, éste puede intentar evitar las situaciones o actividades que le recuerden al evento que provocó el trauma. Los eventos traumáticos pueden ser, por ejemplo, un accidente serio de tráfico, abuso sexual, abuso escolar, violencia de género, tortura durante la guerra…
La fobia social se caracteriza por un miedo irracional hacia situaciones de interacción social, normalmente por el temor a una evaluación negativa. Por ejemplo, los individuos que sufren este tipo de trastorno de ansiedad sienten una ansiedad incapacitante cuando tienen que hablar en público, porque tienen miedo a ser juzgados, criticados y/o humillados. A pesar de que estas personas saben que no deberían sentirse tan mal ante las situaciones desencadenantes, no pueden controlar su miedo y su ansiedad, por lo que a menudo evitan este tipo de situaciones. Es frecuente confundir la fobia social con la timidez, pero no todas las personas tímidas sufren fobia social.
La agorafobia suele asociarse al miedo irracional por estar en espacios abiertos como grandes calles o parques. También puede ocurrir en situaciones en las que se cree que puede ser difícil escapar o donde la ayuda no esté disponible. En realidad, el agorafóbico siente una fuerte angustia producida por situaciones en las se siente desprotegido y vulnerable ante las crisis de ansiedad que escapan a su control. Por tanto, el miedo no es producido por estos espacios de por sí, sino por las consecuencias de encontrarse expuesto a ese lugar, en el que se sienta indefenso y atrapado. Esto hace que en los casos más graves el paciente puede recluirse en su casa como forma de evitación, aislándose completamente y provocando un deterioro global en todas las áreas de su vida (laboral, social, sentimental…).
Una fobia específica es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por un fuerte miedo irracional a un estímulo, por ejemplo, una situación, un objeto, un lugar o un animal, cuando objetivamente, no hay razones suficientes que justifiquen los altos niveles de ansiedad y miedo. La persona que padece fobias hace todo lo posible por evitar ese estímulo que le provoca ansiedad, y esta conducta evitativa puede llegar a interferir en el funcionamiento normal de su vida diaria.
Con frecuencia calificamos nuestro desánimo o tristeza como estar deprimido, o aludimos a las situaciones que nos abaten o entristecen como deprimentes. Al margen de este uso “mundano”, a nivel clínico, la depresión representa un complejo síndrome en el que sentirse deprimido o triste, es sólo uno de los numerosos y variados síntomas.
Es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.
La depresión, metafóricamente, sería similar a utilizar unas gafas oscuras: predomina una visión ennegrecida de la realidad que empaña el hecho mismo de vivir; pudiendo llegar a hacerse crónica o recurrente y dificultar sensiblemente el desempeño en el trabajo o la escuela y la capacidad para afrontar la vida diaria
En la sociedad en la que vivimos nos vemos sometidos a infinidad de situaciones que ponen a prueba nuestra capacidad de respuesta. Las demandas pueden ser de todo tipo, desde las exigencias cada vez más elevadas de nuestros respectivos trabajos, hasta las responsabilidades domésticas -el llevar la casa, el cuidado de los hijos, etc.-, sin olvidar los conflictos interpersonales dentro o fuera del trabajo. De forma puntual, el estrés es algo que experimentamos en determinados momentos, pero cuando se repite muy a menudo o se prolonga en el tiempo, sus consecuencias pueden ser muy perjudiciales para la salud.
Es importante que preste atención a la forma en que enfrenta a los acontecimientos estresantes de menor y de mayor importancia para que sepa cuándo debe buscar ayuda.
El dolor crónico constituye uno de los problemas de salud más relevantes para la sociedad actual y tiene un impacto significativo sobre las personas que lo experimentan, sus familias, trabajo y comunidad en general. Puede llegar a ser causa de sufrimiento, incapacidad y pérdida de productividad en la población laboral.
La psicoterapia cognitivo conductual ha demostrado científicamente su eficacia en el tratamiento del dolor crónico por medio de ensayos clínicos controlados. También ha demostrado ser el tratamiento de elección en problemas de ansiedad y depresión, que son consecuencia del dolor y a su vez incrementan sus efectos.
El momento de plantearse la posibilidad de acudir a terapia de pareja, surge cuando la relación amorosa empieza a deteriorarse, con objeto de conseguir ayuda para analizar y tratar los conflictos surgidos en el seno de la misma, y eliminar posibles bloqueos.
En el caso de que la mejor solución sea la separación, la terapia de pareja acompaña a las personas afectadas en el proceso, contribuyendo a que éste sea lo menos traumático posible.
Las habilidades sociales son formas de comportamiento que nos permiten sentirnos cómodos en situaciones sociales y que por lo tanto aumentan la probabilidad de conseguir nuestros objetivos». Cuando hablamos de comportamientos nos estamos refiriendo tanto a gestos, como al tono de voz, a la postura e incluso a los que nos decimos a nosotros mismos en esa situación. Conocer estas formas de comportamiento y saber cuándo tenemos que aplicarlas es lo que nos va a permitir ser socialmente hábiles.
La asertividad se entiende como la capacidad de un individuo para transmitir a otra persona sus posturas, opiniones, creencias o sentimientos de manera eficaz y sin sentirse incómodos. Esto se refiere tanto a cuando hay que transmitir oposición o rechazo hacia el comentario o conducta de otra persona, como cuando lo que tenemos que transmitir son cumplidos u opiniones hacia la conducta positiva de los demás.
La autoestima es la autovaloración de uno mismo, de la propia personalidad, de las actitudes y de las habilidades, que son los aspectos que constituyen la base de la identidad personal. Se construye desde la infancia y depende de la forma de relación y las experiencias con las personas significativas.
Tener una buena autoestima implica ser conscientes de nuestras virtudes y nuestros defectos (autoconcepto) así como de lo que los demás dicen pensar de nosotros y sentir hacia nosotros, aceptando todo ello en su justa medida, sin amplificarlo ni reducirlo, sabiendo y afirmando que en cualquier caso siempre somos valiosos y dignos. Implica, por lo tanto, respetarnos a nosotros mismos, y también ayudar a los demás a hacerlo.
La autoestima es el requisito indispensable para unas relaciones interpersonales sanas.
Por otro lado, también se trabaja con problemáticas como las dificultades de aprendizaje, déficit de memoria, atención e hiperactividad, problemas de conducta, problemas de alimentación y disfunciones sexuales.